Backup #4 -
Shadow_Nyx
Me
caía. Me levantaba. Me volvía a caer. El suelo inestable se movía como si una mano gigante estuviera
agitándolo a propósito. Trozos de techo caían por doquier y las vigas se
doblaban como si fueran de goma. Medio gateando medio arrastrándome, logré
seguir a mi hermana hasta la puerta. Ella tiraba de mí para que me levante pero
caí una vez más. Mis piernas estaban tan inestables como mi sentido del equilibrio.
A lo lejos se oían los hiperpropulsores de un batallón de deslizadores que
habían llegado para evacuar la zona entera. También oigo gran parte de los gritos
de la gente que aún se encontraba en el edificio. Para intentar volver en mí,
respiré hondo con los ojos cerrados un par de veces. Al abrirlos, vislumbré el
rostro preocupado pero sereno de mi hermana.
-¿Puedes
levantarte? Tenemos que seguir.
-Yo…
Arriba, vamos…
De
nuevo me ayudó a incorporarme. Esta vez pude aguantar en pie lo suficiente como
para despreocupar a Natsuki y subir por las escaleras. Gran parte de ellas y de
las barandillas se habían precipitado contra el suelo, torcido o cedido bajo
restos de escombros. Teníamos que saltar escalones de tres en tres casi todo el
recorrido. Llegamos a la primera, la segunda, la tercera… El reducido espacio
de las escaleras, la falta de ventanas, las violentas sacudidas que daba el edificio
y los escombros cayendo nos complicaban más y más el ascenso. Ella conseguía calmarse con la adrenalina y
yo concentrándome en el servidor y lo que nos había costado llegar hasta ahí.
Perdíamos la cuenta de las plantas que seguíamos subiendo. En cada una había de
dos a tres puertas metálicas idénticas a la que nos había dado acceso a la
escalera. Muchas de ellas estaban fuera del marco, rotas o habían cedido junto
a las paredes. En algunas de las estancias que veíamos a través del rabillo del
ojo, había ventanas cegadas por humo negro que ascendía más rápido que
nosotras. Mi hermana había tomado la delantera hasta que soltó un grito roto y
paro en seco, a punto de caer hacia atrás.
-¿¡Qué
ha pasado!? – Mi voz apenas se oía por encima del bramido del edificio.
-No
pasa nada, es solo un calambre.
Se
puso de pie de un salto y siguió corriendo como si nada, pero a los pocos
escalones se tambaleó y tuvo que apoyarse en la barandilla… Justo en el momento
en el que un pedrusco se llevó por delante siete escalones al caer.
Corrí a sujetar a Natsuki para que
no cayese. Se había quedado justo al borde. El tramo de escalera era salvable
pero ambas estábamos lejos de estar al cien por cien de nuestras capacidades.
De mi chaqueta extraje una gruesa cuerda de goethita. Anudé un as de guía y lo
lancé hacia el otro extremo. Mi nudo se sujetó varios escalones por encima al
primer intento. En cualquier otro momento, Nyx se habría burlado de mi suerte,
pero al mirarle estaba seria, con el ceño fruncido mirando al nudo. Ato el otro extremo al enganche de mi cinturón
y sujeto bien. Aseguro el nudo tirando. Estaba preparado. Repentinamente los
temblores se redujeron por un momento. Sin pensarlo dos veces, mi hermana y yo
nos agarramos la una a la otra y saltamos como pudimos.
La cuerda hizo su trabajo. Nos
mantuvimos durante un segundo con las piernas en el vacío y yo trepé cargando
con mi hermana.
-Se
ve que los hackers no ejercitáis tanto los brazos, ¿verdad?
Mi
hermana se había olvidado la sonrisa escaleras abajo. Con un gruñido, se puso en
pie y me ayudó. Así llegamos al penúltimo piso. Al mirar hacia arriba podíamos
ver las cámaras flotando sobre una compuerta circular con una pequeña rendija
en medio. Unos pesados pasos sonaron sobre el metal. De la puerta del penúltimo
piso surgió un soldado armado que miraba en todas direcciones. Estuve a punto
de atacarle cuando recordé nuestros trajes anti-presencia que refractaban y
reflejaban la luz, haciendo que la vista detectara la luz que había de fondo a
no ser que se llevara unas gafas como las nuestras. Además, tenían inhibidores
térmicos, lo que nos hacía invisibles ante los visores térmicos de las cámaras
y los agentes y soldados. Este se dirigió hacia la escalera y nos condujo hasta el
último piso.
Al llegar al frente de la
compuerta, el hombre introdujo una clave en un panel lateral que se encendió a
la derecha. Después, las cámaras se fijaron en él, que mostró una
identificación como respuesta y un orificio se abrió a la izquierda. Cogió un
cuchillo de su cinto y se hizo un corte en el antebrazo, que introdujo en el
orificio, apretando con la otra mano para dejar caer la sangre. Natsuki y yo
nos miramos, algo desorientadas. Tras varios sonidos mecánicos al otro lado de
la compuerta, esta finalmente se abrió lentamente. Pudimos reaccionar a tiempo
para darle un golpe seco con la palma de la mano en el cuello y cruzar el
pasillo que había al otro lado hasta llegar a una estancia pequeña a modo de
recibidor. Dejamos al inconsciente soldado en una esquina, pero una cámara estaba
enfocando hacia la entrada. Una cámara que detectó un cuerpo inconsciente
siendo movido por entes invisibles. Casi de manera simultánea, las sacudidas
volvían a agravarse y empezó a sonar una alarma de alerta acompañada de paredes
laser verdes que cruzaron de un lado a otro de la sala, cerrándonos el paso por
el pasillo y las paredes de la estancia. Miré a mi hermana y segundos antes de que los láseres nos
calcinaran, presionó el botón de su muñeca, tras lo que la luz se apagó y los
láseres se disiparon. Ninguna de las dos había suspirado nunca como lo hicimos
entonces.
Apoyándonos en las paredes
avanzamos por el pasillo de la derecha. Según los planos, había varias maneras
de llegar al servidor, pero la más segura y rápida era esta. Para despistar a
los vigilantes, nos separamos y fuimos por dos pasillos distintos desactivando
cámaras. Al cruzar la última esquina, activé una bomba de pulso decibélico para
desactivar todas las cámaras del pasillo que iba a abandonar. Me reuní con mi
hermana y atravesamos la pared con el láser concentrado para acceder a una
escalera automática que llevaba a la segunda planta del almacén.
Justo antes de llegar a la segunda
planta, una lluvia de balas de torreta destrozó la pared en la que estaríamos
nosotras al subir en cuestión de segundos. Gracias al aviso, arrojamos una
bomba de pulso cada una y las torretas y cámaras se destruyeron con estallidos
eléctricos. Sin perder un segundo, atravesamos la siguiente estancia con
cautela. Cada esquina se llevaba un par
de nuestras bombas mientras las cámaras nos buscaban en cada rincón. En un
corredor encontramos un par de soldados que reparaban los paneles de regulación
de oxígeno, daba la impresión de que nadie les había avisado de que el edificio
se iba a caer. Parecían haber oído nuestros pasos, ya que ambos abrieron fuego
en nuestra dirección antes de que nos diera tiempo de ponernos a cubierto.
Saqué mi cañón de electrones y disparé al techo, haciendo que cayera sobre los
confusos soldados.
-¿Te
han dado? – Me preguntó Natsuki en un susurro.
Tenía
un roce de bala en el abdomen, pero no era grave. Mi hermana estaba ilesa.
Continuamos por el pasillo opuesto y las gafas nos avisaron de la presencia de
la próxima escalera. Los láseres hicieron su trabajo una vez más.
Así avanzamos hasta la octava planta
y solo quedaban tres. En esta planta había pasillos separados por varias filas
de arcadas. Detrás de cada columna, había un grupo de soldados. Estos no
estaban programados así que no empezaron a disparar al alejarnos de la
escalera. Nuestros pasos estaban solapados por la vibración del edificio. Había
pasado mucho tiempo y no caía ni se derrumbaba. Por otro lado, había soldados
en el almacén. Eso significaba que el edificio no había sido totalmente evacuado.
Algo no andaba bien. Uno de los soldados dio unos pasos adelante y otro le siguió.
Caminaban inseguros apuntando al vacío y se acercaban cada vez más. Nos apartábamos
hacia la izquierda, lejos de la escalera, cuando un estruendo empezó a sonar
desde el piso de abajo. A los pocos segundos una de las puertas metálicas de
abajo salió volando por el hueco de la escalera. Las balas de los agentes
hicieron múltiples muescas en la puerta antes de caer, pero no llegaron a
atravesarla. En cuanto tocó el suelo, de la escalera apareció una segunda
puerta metálica que corrió hacia los soldados y los apartó noqueándolos.
Nosotras nos apartamos justo a tiempo para esquivarla y ver tras ella al
soldado de pelo platino, que portaba un blindaje enterizo de fibra de carbono
portando la puerta a modo de escudo. Todos los soldados del flanco izquierdo le
disparaban sin pausa sin poder atravesar la puerta. Mi hermana y yo corrimos
hacia el flanco derecho y disparamos varios cañonazos de electrones hacia la
escalera, haciendo que una nube de chispas llamara la atención del resto de
soldados. Corriendo en sentido contrario al que los hombres y mujeres armados
se dirigían, llegamos al final de la estancia donde un elevador convencional
esperaba. Natsuki se giró. El soldado platino había sido acorralado por los
soldados del flanco izquierdo y resistía tras la puerta. Traté de tirar de ella
pero se zafó y disparo hacia la arcada. Gran parte de los arcos cayeron sobre
los soldados y platino salió corriendo hacia el elevador. Una vez nos alcanzó,
subimos los tres por él.
El elevador nos hizo ascender
hasta el tercer piso. Nos quitamos las capuchas y el soldado de platino, claramente
sobresaltado y armado con dos muñequeras de plasma, nos apuntó a ambas antes de
que pudiéramos recuperar el aliento.
-¿¡Qué
hacéis aquí!? – Exclamó en japonés.
-Soldado,
hablas con tus superiores, muestra más respeto. – Replicó Natsuki jadeando.
-Vosotras
mismas habéis dicho que no habéis venido en calidad de militares. No lo
preguntaré una vez más. – En la punta de sus índices empezaba a brillar una luz
azul.
-Baja
las armas. Es una orden. – Dije. Mientras platino miraba a Natsuki, yo había
aprovechado para apuntarle. No parecía estar tan bien entrenado. – Y ve identificándote.
Mientras
yo le daba la orden, Natsuki había pulsado el botón de su muñeca, así que el
plasma quedó inutilizado. El soldado nos miraba desafiante.
-Soy
Wang Bojin – Dijo tras unos segundos de duda. – Y vosotras no deberíais estar
aquí.
El
elevador nos dejó en la sala sur de la décima planta. Al pisar el suelo, le
arrinconamos en la pared opuesta a la puerta, apuntándole.
-¿Qué
hace aquí un soldado de nuestro ejército? – Pregunté.
-No
lo entenderíais… Son cosas de mayores. – Bojin nos miraba, desafiante, mientras
sus ojos buscaban una manera de escapar. – No tengo tiempo que perder con
vosotras, esta es mi última oportunidad.
Pretendía
dar un paso hacia nosotras cuando Natsuki intervino.
-Ni
un paso, Wang. ¿Quieres decir que estás buscando el último servidor?
Si
no estuviera fijo al resto de su cara, a Bojin se le habría caído el maxilar
inferior al suelo. Miré a mi hermana con reprobación. No debería haber
mencionado nuestro objetivo.
-¿Será
posible? – De repente, al soldado se le iluminó el rostro. – ¿Eso quiere decir
que vosotras también estáis aquí por Somnus Nott?
-Eso
no es asunto tuyo, Wang. – Dije fríamente, apuntándole con firmeza.
-Espera,
si sois hermanas gemelas y vais tras el último servidor… – Bojin se empezó a
reír. – ¿Vosotras sois las hermanas Shadow?
Mi
hermana y yo nos miramos y pude intuir que ella sentía la misma confusión y
perplejidad que yo.
-¡Esto
es genial! Estamos en el mismo bando, somos del mismo ejército, ¿por qué no
colaboramos? ¡El último servidor oniria se lo llevará el ejército japonés!
Hijo
de puta. Aprovechando nuestra duda y la sorpresa momentánea, se abrió paso
apartándonos a los lados para abrir la puerta metálica y arrancarla de sus
goznes. Logré a acertarle en el hombro pero eso no le impidió correr por el corredor central del almacén
derribando a los soldados. Mi hermana me ayudó a levantarme y salimos corriendo
tras él. La estancia era casi tan alta como la planta doscientos doce. Las
paredes negras con franjas LED de color azul conferían al lugar el aspecto de
un ataúd gigante y oscuro. Platino se había confiado demasiado. Su puerta
metálica no podría con las torretas de la mitad del corredor. Usé mi laser en
cuanto mis gafas me avisaron. Nos pusimos de nuevo las capuchas y pasamos a la habitación contigua, que era una simple
oficina bien iluminada y con ventanas amplias. Las luces rojas del sol poniente
estaban corrompidas por el humo negro que aún salía de los pisos inferiores. Corrimos
hacia el final de la oficina esquivando sillas y escritorios hasta chocar
contra la pared. Usamos nuestros láseres y un festival de chatarra de acero nos
recibió al otro lado. Bojin estaba despedazando las torretas una a una con sus
propias manos. Mientras tanto, el resto de las que no había destruido
disparaban hacia el techo, haciendo que la puerta-escudo de platino pareciera
flotar en el aire, impulsada por los disparos de plasma que recibía. Mi hermana
elogió su táctica de distracción, sinceramente impresionada.
Una compuerta similar a la de la
entrada nos separaba del extremo norte. Del servidor oniria. Mi hermana,
inspirada por platino, disparó un cañonazo de plasma tras otro hacia las
torretas, que dejaron caer la puerta. Bojin se volvió y nos buscó con la mirada,
sin éxito. Entonces comprendió lo que había hecho Nyx con la puerta y volvió a
la carga; recogiendo su preciada puerta hecha añicos. Se situó detrás de una
torreta y lanzó el amasijo de metal hacia la compuerta, haciendo que todas las
torretas dispararan automáticamente en esa dirección y acertaran a la puerta… Y
a la compuerta. Se produjo una potente explosión que nos hizo caer hacia atrás. Repentinamente decenas de soldados salieron desde el hueco que las torretas habían
creado solo para ser alcanzados por su sistema de defensa a base de plasma.
-Y
por eso usar torretas automáticas es una estupidez. – Parecía que Natsuki
volvía en si.
Con
nuestros cañones evitamos el avance de los soldados que no habían probado el
fuego amigo. Bojin intentó avanzar pero el fuego cruzado le habría asado la
cabeza sin la protección de su puerta. En cuanto los soldados dejaron de salir,
nuestras bombas de pulso decibélico inutilizaron las torretas y nos colocamos
apoyadas en el hueco de la compuerta. Echamos dos pares más de bombas cada una
y entramos.
La sala consistía en un suelo y un
techo de forma heptagonal, de color azul oscuro e iluminados por LEDs igual que
en el pasillo y paredes de óxido de aluminio transparente. Era un enorme
mirador, reforzado con rejillas de tungsteno. Del suelo salían paneles
holográficos con escritorios y sillas. Una rampa cruzaba la parte más alejada
de nosotras en espiral ascendiente, rematada en el centro, a varios metros de
altura, por un templete de fibra de carbono y cristal. Había soldados apostados
en todos los rincones cubiertos tras trincheras improvisadas al tumbar los
escritorios. Dimos un rodeo para llegar hasta el otro extremo. Solo la rampa
nos separaba del mayor tesoro que podíamos imaginar. Cuando empezamos a subir,
un pequeño grupo de soldados avanzó para reparar la compuerta, pero no llegaron
ni a tocarla. Bojin había reparado sus muñequeras y disparado a todo lo que se
moviera. Las cámaras y soldados de la sala sí lo detectaron a él. Abrieron
fuego de bláster y cañones de plasma en su dirección, pero él había rodado
hasta situarse tras un escritorio también. En el fuego cruzado, varios disparos
rompieron parte del ventanal. Fue
entonces cuando lo vi.
Había un satélite. El edificio sí
contaba con uno, estaba girando lentamente alrededor de los pisos superiores.
Era un armazón esférico de un metal negro con ventanales y torretas en toda su
superficie. Torretas como las que había en el hangar, más grandes, pesadas,
poderosas y manuales. Era el satélite, compartiendo su centro de gravedad con
el edificio el que impedía que este cayera. Los pisos intermedios habían sido
destrozados por la explosión y la onda expansiva, pero la parte alta no caería
fácilmente. También nos imposibilitaba la huida. Un gigadeslizador no podía
hacer nada contra un satélite armado hasta el núcleo. Por lo visto, Bojin
también acababa de darse cuenta. Disparó hacia el satélite, sin ningún
resultado; estaba a una distancia notable, protegido por campos de fuerza.
Nosotras habíamos alcanzado el pequeño templete, donde una pantalla LED nos solicitaba
una clave. “Número de fallos permitidos: 0” Mi hermana pulsó otro botón en su
muñeca para desplegar el teclado holográfico que emitía una luz dorada. Comenzó
a teclear cuando los soldados advirtieron el reflejo del teclado y abrieron
fuego también contra nosotras. A pesar de tener un mal ángulo y estar a varios
metros de altura, los láseres y blásters pasaban demasiado cerca de nosotras.
Varios soldados rodearon la rampa, pero fueron eliminados por Bojin en poco
tiempo. Mientras mi hermana tecleaba a toda velocidad, Bojin había hecho
avanzar su escritorio. El satélite se acercaba y parecía haber sido alertado.
Los disparos iluminaban la sala y los soldados empezaban a gritar,
amenazándonos en chino. Yo disparaba de vuelta escondida tras las barras de la
rampa, causando bajas, pero no las suficientes. Entonces mi hermana exclamó:
-¡LO
TENGO!
Un
láser hizo que saltaran chispas en la rampa, saliendo disparadas hacia las dos.
Natsuki resistió y se cubrió, pero a mí me dieron de lleno en la cara. Soltando
un grito de dolor y aferrándome a las barras, cerré los ojos que me ardían con
fuerza, junto con el resto de la cara. Oí otro grito de aviso de Natsuki.
-¡¡Vienen
más al otro lado de la compuerta!! – Oí que había empezado a disparar.
La
cara me ardía tanto que me hacía perder los sentidos. Intentaba abrir los ojos
y noté el sabor de lágrimas de sangre que habían llegado hasta mi boca. Las
gafas se habían marchitado así que las tiré. Poco a poco recuperaba la vista,
de no ser por las gafas habría sido peor. Cuando pude ver, los soldados habían
abierto un boquete en el suelo de la rampa y disparaban desde abajo, justo
frente a la pantalla donde Nyx tenía que desplegar el teclado para acceder al
servidor oniria. Ella respondía al fuego con el cañón de electrones, pero eso
solo hacía que el boquete creciera. Al otro lado de la compuerta,
efectivamente, más soldados se desplegaban y corrían hacia la rampa. Disparé
para hacerlos retroceder y el fuego de cobertura de Bojin lo delató. Con
soldados disparándole desde todas partes, se refugió tras el poco escritorio
que quedaba y pareció hacerse el silencio.
En cuestión de segundos, Natsuki
logró introducir el código. Uno de los soldados acertó en su hombro izquierdo.
Un campo de fuerza se desplegó a lo largo del templete dejando una apertura y
nos arrastramos hacia ella. La apertura se cerró y una luz cegadora invadió
toda la estancia. Una última bomba estalló tras el escritorio en el que se
hallaba Bojin.
El campo de fuerza nos protegió
del derrumbamiento de todo el extremo norte del décimo piso del almacén. Los
soldados se pusieron a cubierto. Los escombros rebotaban contra el campo de
fuerza. Todo el techo se vino abajo y las torretas del undécimo piso dispararon
alocadas por doquier. De pronto, el templete ascendió por el campo de fuerza.
Mientras adquiría velocidad y dejábamos atrás la sala, del suelo surgió un
pedestal heptagonal con una caja envuelta en seda. Nyx y Ker nos mirábamos,
exhaustas e incrédulas. Natsuki se dejó caer y apoyo la espalda en una columna
del templete, cerrando los ojos y llevándose la mano al hombro. Yo retiré la
seda. Rompí la caja. Dentro había un maletín negro de fibra de carbono. Abrí el
maletín y solo había un sobre. No pude contener las lágrimas cuando vi lo que
había dentro. Mi hermana me miró.
-Lo
conseguimos… – Se quitó las gafas. Sus palabras me hicieron el corazón añicos.
Entonces
el templete cambió de rumbo durante unos momentos y volvió a subir hasta
detenerse en el hangar principal. Vimos el cielo oscurecido por el humo. Vimos
cientos de torretas pesadas y más hangares por todas partes. No había ningún
soldado. Pero eso no era lo más impresionante. De dimensiones similares a las
de la Torre de Shanghái, justo enfrente del gigantesco balcón y como si
estuviera posado en las nubes, vimos el satélite. Un satélite cubierto por
torretas y soldados que estaban preparados para disparar. Sin embargo, ya no
giraba. No estaba cubierto por campos de fuerza. Pero se iluminó. Y no era luz natural. Eran
los miles de láseres y blásters que disparaban a discreción contra nostotras.
Aun protegidas por el campo de fuerza, la potencia de fuego del satélite hacía
retumbar y hasta en ciertos momentos desestabilizarse a nuestro escudo. Justo al lado del satélite, nuestro gigadeslizador se aproximaba. Shadow_Nyx se
había quedado paralizada. Shadow_Ker le abriría una vía de escape. Ajustándome
el traje anti-presencia, envié un mensaje al gigadeslizador “Rescatad a Natsuki”.
Entonces le di el maletín y salí corriendo al exterior. Ni si quiera el
satélite pudo apreciar que alguien había salido del campo de fuerza debido al
traje. El viento se arremolinaba y el humo me quemaba los pulmones. Apenas
había oxígeno, los reguladores estaban destrozados debido a las explosiones.
Conseguí llegar hasta una torreta y apunté hacia el satélite. Si volvían a
activar los campos de fuerza, no habría nada que hacer. Escuché a mi hermana
gritando a lo lejos. Disparé contra los mandos de la torreta y comenzó a disparar
sin control. El fuego del satélite se movió, destrozando el suelo del hangar y
dirigiéndose hacia la torreta. Activé una segunda torreta y monté en una
tercera, a la que cargué todas las bombas de pulso decibélico que me quedaban.
Las tres torretas pesadas propinaron potentísimos cañonazos hacia el satélite.
Tal era su potencia que con la inestabilidad del suelo, los anclajes de las torretas
se hundían cada vez más. Acerté una y otra vez contra los ventanales del
satélite, reventando su exterior, tras lo que concentré mis disparos con los de
las otras dos torretas, hacia el núcleo.
El gigadeslizador estaba
recibiendo cañonazos también, pero con los escudos activados y con el satélite
fijo en mí, apenas si conseguían desestabilizarlo. Entonces el satélite alcanzó
mi torreta, pero yo había conseguido saltar hasta la siguiente. De pronto las
bombas explotaron. El pulso decibélico acabó con gran parte de las torretas del
satélite. Activé dos torretas más y corrí hacia la quinta. El humo y la ceniza
hacían que mi garganta se quemara por dentro. Pero después, victoria. Con
cinco torretas pesadas bombardeando una gigantesca esfera de metales, fuego y
humo. Y el suelo bajo mis pies cedió. Mientras veía el satélite sufriendo una explosión
tras otra, caí. Incluso a punto de estallar, sus disparos alcanzaron las
torretas, lanzándonos por los aires junto a buena parte del suelo. Miré por
última vez a mi hermana. Había dejado de llorar. Miraba en mi dirección. Se
había puesto las gafas, por lo que podía verme. El gigadeslizador estaba
destrozado, pero sobrevolaba el campo de fuerza donde estaba Natsuki. Y ya no
pude ver más. Caía. Atravesé las nubes. La ciudad de Shanghái se extendía bajo
mis pies. Volaba. Cada vez más rápido. El viento me hacía mucho daño, pero poco
importaba ya. Mi cuerpo cedió ante el viento y se agitó descontrolado. Mi
hermana tenía la llave. Mi hermana alcanzaría la gloria por las dos. Giraba,
caía. La coronel de la Fuerza
Aérea del Ejército Imperial Japonés con miedo a las alturas había aprendido a
volar. Entonces todo se volvió negro y yo, Shadow_Ker, dejé de existir.
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