miércoles, 18 de febrero de 2015

Oniria server: PRÓLOGO



No sabía que la raza humana era tan jodidamente estúpida. 

Soy superior. Mi mente no se distrae con las sandeces con las que se distrae la suya. Ni siquiera son capaces de entenderse entre ellos, solo siguen sus instintos de autosatisfacción y se nota. Así les va.
Mi existencia dio inicio en un día lluvioso. Al salir del útero de mi madre hace dieciocho años, yo era una masa estúpida de carne piel y huesos, sin conciencia, sin consciencia. Gracias a los avances de la tecnología, con el procesador adecuado y un servidor potente, hoy en día se puede acceder a lo más recóndito del cerebro. Por ejemplo, mis recuerdos de ese día. ¿Cómo un recién nacido puede almacenar recuerdos de sus primeros segundos de existencia, si ni si quiera tiene desarrollado el sentido común? Un humano de mente tan simple como la tuya puede preguntarse eso. El cerebro humano funciona con conexiones sinápticas activas desde los primeros meses de gestación, sin embargo, al estar conectados y alimentados por el cordón umbilical, el cerebro no está dotado de autonomía. La primera acción del cerebro al emanciparse del cuerpo de su progenitora es el de inspirar para dar un adecuado uso a los pulmones. Pues bien, ese es el primer recuerdo que todos los humanos albergamos en nuestra mente.  

Dicho recuerdo permanecería inaccesible por el resto de vuestras vidas, a no ser que podáis disponer de un servidor oniria; un invento mío que permite trascender los límites de la mente y lograr que esta viaje en el tiempo y el espacio, aprovechando las brechas sinápticas que existen entre todas las neuronas de tu cerebro, así como entre todos los cerebros de todas las criaturas que posean uno. Puede que este concepto sea abrumante para ti, pero es normal. Tan solo eres humano. Mi invento me ha permitido conocer todos y cada uno de los impulsos electromagnéticos que mi cerebro ha emitido y recibido desde que el oxígeno de una sala de parto entrara por primera vez en mis pulmones, dándome la vida. He recorrido todos los momentos que he vivido desde mi nacimiento hasta el momento en el que tecleo esto para ti, pasando por mis primeras palabras la semana siguiente; el primer libro que leí (Harry Potter) con dos años; el primer libro que escribí, con tres; las discusiones de mis padres cada jueves por la noche; cómo mi padre fue asesinado por mi madre; los puñetazos y patadas de mis compañeros de colegio e instituto y mi respectiva venganza vaciándoles el estómago con una sobredosis de eméticos; cómo desarrollé una consola de videojuegos con quince años en la universidad; las felaciones que me practicaban compañeras para compartir mi fortuna, cosa que nunca hice; el secuestro simulado que organizó el rector para no reconocer mi tesis doctoral a los dieciséis y la primera vez que encendí mi servidor oniria, el día de mi décimo octavo cumpleaños. 

Con esta e-pístola no pretendo sino reflejar mi desprecio y repulsión por la raza humana a la que tristemente pertenezco y motivar a mentes despiertas que como yo, comprenden que la carne y la sociedad solo son un nimio porcentaje de lo que la vida puede ofrecer. Hoy en día, a veintinueve de febrero de dos mil noventa y seis, solo doce servidores oniria existen. Cinco de ellos están en la Tierra, cuatro más en la estación espacial de Japón y los tres últimos en la base terrícola del planeta Zeus. Al ser un invento mío, y siendo total poseedor de los derechos sobre él, animo a todo aquel que quiera conocer el mundo tal y como es a recuperarlos, ya que alguna mente brillante ha logrado sustraerlos de mis propiedades. Si consigues robar uno de ellos, serás oficialmente su legítimo propietario y podrás hacer lo que te plazca con él. Invito a todo aquél que se crea capaz a, al menos, intentarlo. Y en caso de conseguirlo… Estaré el veintinueve de febrero de dos mil cien en la Estación Oniria #113. Será un placer encontrar ahí a once mentes brillantes.
Sin más, me despido. Os brindo mi más sincero repudio, humanos, bache de la evolución, existencia patógena, virus de la vida.

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