Backup #1 – Shadow_Nyx
Los internautas me llaman
Shadow_Nyx. Los archivos policiales también. Algunos me describirían como una
friki o una geek, otros como una genio antisocial y ninguno de ellos se
equivocaría.
En la madrugada del primer día del año dos mil cien, las
calles de Basilea observan mi caminar mientras juerguistas y borrachos montan
bullicio en cada esquina. Al cruzar la línea brillante que delimita la acera
con la aerocarretera, las luces rojas indican que un peatón va a cruzar la
calle. Todos los deslizadores se quedan detenidos según llegan a la luz,
permitiéndome el paso a través de la niebla que mana de los hiperpropulsores
para enfriarse. Un obvio escalofrío recorre mi cuerpo por la espina dorsal y
acelero el paso, me quedan pocos metros para llegar a mi destino.
No soy demasiado alta, complexión delgada, curvas poco
pronunciadas. Mi cabello negro, que normalmente llega a la altura de mis
caderas, está recogido en una coleta, a excepción del flequillo: me viene bien
para intimidar. ¿Qué más puedo decir? Tez blanca, ojos negros rasgados y unos
labios pálidos y carnosos. Al son de mis pasos, las cremalleras de mi chaqueta
de cuero negro tintinean a pesar de que mis manos, dentro de los bolsillos de
la chaqueta, reducen ligeramente el movimiento. También llevo pantalones
vaqueros negros ajustados y zapatillas de deporte azul marino. Mi look, tan
oscuro como mi nick, me permite llamar poco la atención y caminar sin
preocupaciones en la oscuridad.
El aún húmedo pedregal que había al otro lado del cruce
hace que la suela de mis zapatillas emita sonidos desagradables, así que,
irritada, decido cambiar de calle a tenor de caminar un poco más. Saco mi mano
derecha del bolsillo y la abro para ver una pequeña llave de acero que tenía
las iniciales S.N. grabadas, melladuras y algunas manchas de sangre. Es un
preciado tesoro cuya consecución me ha supuesto pagar un alto precio: la vida
de mi hermana gemela.
Ya consigo vislumbrar el lugar al que me dirijo. Como si
alguien en mi cerebro hubiera detectado que he pensado en mi hermana, las
emociones y los recuerdos que sentía hace apenas veinte horas se disparan en mi
mente. Mi hermana y yo éramos unas niñas mimadas, lo admito. Nuestros padres
nos dieron cada lujo y capricho que podamos haber deseado. Todos los juguetes y
videojuegos de último modelo, cámaras tridimensionales que ni si quiera habían
salido al mercado, aerodeslizadores que no podríamos usar legalmente hasta años
después y barcos-submarino prohibidos en el río y que nunca pudimos llevar al
mar. Todo ello lo hacían para no aburrirnos en nuestra gigante mansión mientras
ellos viajaban por todo el planeta, así como a la Luna, Ares y Zeus en cuanto
la tecnología estuvo preparada. Pero el calor familiar no se paga con dinero. Y
nosotras lo necesitábamos desesperadamente.
Al
llegar al sitio, mis pasos se detienen. Me agacho y miro la inscripción grabada
en la boca de la alcantarilla: BASEL KANALISATION. Al lado vuelvo a distinguir,
grabadas con un pequeño láser, las siglas S.N. Al levantar la mirada vislumbro
las luces de una catedral gótica que parecía haber sido tomada por máquinas,
sin duda, este es el lugar. De sus torres y arcos apuntados salían centenares
de cables que, junto a un sinfín de condensadores de tensión y armazones de
hierro y metal, conferían a la catedral la apariencia de las piernas de un
mecha. Como los de los anime de antes.
¿Acaso tengo que bajar a las cloacas como un villano de cómic? Un tanto
desorientada, me siento en el suelo y tomo de mi bolsillo una palanca
hidráulica. Tienen un tamaño reducido y son muy útiles para… Introducir un
extremo por el orificio de la alcantarilla y enganchar el otro al suelo, como
hago ahora. De él salen unas pequeñas garras de titanio para asegurar la
sujeción. Al pulsar el botón suena un pitido profundo y grave. El extremo en el
orificio empieza a vibrar y en pocos segundos levanta la tapa, en absoluto
silencio.
-Hallo, du schlampe!
Sin tener tiempo a
reaccionar, un borracho me tira una botella de cerveza a los pies.
-Prost
Neujahr!
Antes incluso de que la cerveza me salpicara por
completo, un acto reflejo mueve mi mano y le disparo un dardo al hombre. Su
acto de ebria valentía al salir de casa en manga corta hace que mi dardo le dé
en la tripa que asoma por encima de su cinturón. Una lástima, yo quería darle
más abajo.
Mientras
el desgraciado se retuerce por la potente descarga eléctrica que mis dardos
propinan, me concentro de nuevo en la boca de la alcantarilla. Al asomarme y
esperar ver un túnel negro con escaleras hacia abajo, me ha sorprendido ver un
hueco cegado con cemento, con agua anegada y maloliente en los bordes. No es
agradable, llamadme repipi si queréis, pero logro achicar el agua con mis
manos. Parece haber cuerpos extraños y viscosos en ella, por lo que prefiero no
mirar y aguantar la respiración. Tras acabar, en medio del cemento, puedo ver una
cerradura de titanio que sobresale unos milímetros. Introduzco la llave y, tras
respirar hondo un par de veces, giro hacia la derecha.
Siento
un profundo sonido bajo la tierra. Un sonido de maquinaria pesada funcionando,
engranajes desperezándose, luego un sonido similar a una polea oxidada girando
y finalmente un siseante silbido de vapor. Precisamente el tipo de maquinaria
que se solía usar cerca del siglo pasado. Creía que ya había acabado, pero un
último y tímido clic rompe el silencio, cuando el pomo del portón de la
catedral cae, empujado por un pomo metálico y brillante, sin cerradura.
Tratando de quitar la cara de sorprendida que se me
había quedado, me incorporo y me acerco al inconsciente tipo del suelo, cuya
cabeza había quedado medio hundida en el agua de un charco, donde una rata
bebía con avidez. Le extraigo el dardo, son valiosos a pesar de poder cubrir
sin problemas sus gastos de producción. Tras limpiar la punta en mi pantalón y
guardarlo, alcanzo rápidamente el portón de la catedral, imponente por su
tamaño e irónicamente, apuntando con todos sus vértices hacia el cielo. Las
catedrales góticas son una buena metáfora de lo que estoy a punto de encontrar.
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